¡Hola chicos! Traigo conmigo a un personaje muy interesante, un clásico en nuestras vidas. Bueno pues os aseguro que este artículo que viene aquí debajo está listo para daros una vuelta de tuerca respecto a como miráis a nuestro querido ¡Sherlock Holmes!
Elemental, mi querido Conan Doyle
Había decidido dar muerte a Sherlock Holmes, pero el clamor popular le obligó a resucitarlo en la siguiente novela.
El delgado cirujano escocés, sus ojos grises y penetrantes, su oscuro cabello sobresaliendo de su cabeza cual cerdas de un cepillo, miró profundamente al paciente que tenía ante él: “era como si estuviese viendo mi interior” dijo el hombre más tarde.
“Bueno, mi buen compañero,” dijo el cirujano con áspera y prominente voz. “Veo que has servido en la armada.”
“Sí, señor.”
“¿Licenciado por poco tiempo?”
“Sí, señor.”
“¿En un regimiento en zonas montañosas?”
“Sí, señor.”
“¿Un suboficial?
“Sí, señor.”
“¿Posicionado en Barbados?”
Los estudiantes en la sala de espera se quedaron sin aliento mientras el interrogador,
el doctor Joseph Bell de Edimburgo, completaba sus deducciones y permitió al
asombrado exsoldado irse. Nunca habían presenciado una aparente demostración
mágica de “observación práctica” y “el conocimiento que se puede adquirir de él.”
De los presentes, ninguno estaba más impresionado que el joven empleado de Bell,
Arthur Conan Doyle. Para él esta hazaña rozaba el milagro, y precipitadamente se dio
cuenta de que el interrogatorio ya había tenido lugar “por mi futuro y, espero, en mi
beneficio.”
Pero para Bell era solo cosa de “usar los ojos y la materia gris que el buen Señor te
dio… Entonces veis, caballeros,” él explicaba, “el caballero era un respetuoso hombre,
pero no se retiró el sombrero. Ellos no lo hacen en la armada, pero el habría aprendido
buenos modales si él hubiera sido dado de alta hace mucho tiempo. Tenía un aire
autoritario y es obviamente escocés. Respecto a Barbados, su enfermedad es
elefantiasis, que es del oeste de India y no es británica.
“Lo que vi en ese hombre y después deduje no era más de lo que nadie podría – y
debería haber hecho. ¿Puede pasar el siguiente paciente y ver que podemos deducir
de él?”
Conan Doyle nunca olvidó esta experiencia, ni tampoco la personalidad ni las
características de Joseph Bell. Efectivamente, como el mismo más tarde admitió, él
incorporó mucho de la capacidad deductiva de Bell en su famoso detective privado
Sherlock Holmes.
Como Bell, Conan Doyle había nacido en Edimburgo y era un diecisieteañero alumno
de medicina que estudiaba en la Universidad de Edimburgo cuando se reunió por
primera vez con el “extraordinario cirujano” en 1876. Bell cogió simpatía al joven
estudiante y por esta razón le dio a Conan Doyle su posición de empleado. Aunque no
fue hasta 1886 cuando empezó garabateando historias acerca del famoso detective de
221B Calle Baker. Conan Doyle estaba ahora practicando medicina en Hampshire.
Mientras tanto, también había inventado el menos capaz asistente de Holmes, Dr.
Watson. Este personaje, famoso en igual cantidad, estaba también basado en un
personal conocido: en el curso de su carrera médica se encontró a cierto Major Alfred
Wood.
La primera historia de Sherlock Holmes, “Un estudio en Escarlata” fue publicada en
1887. Sus ventas no fueron precisamente bien, pero Conan Doyle persistió. En 1890 la
revista Strand empezó a publicar por fascículos las Aventuras de Sherlock Holmes y
esto permitió al incomparable detective alcanzar un alto nivel de lectores.
Sorprendentemente, mientras la popularidad de Sherlock Holmes iba creciendo,
Conan Doyle empezó a cansarse de su creación. Él quería convertirse en un escritor
más serio, más que solo un proveedor de historias detectivescas truculentas. De
hecho, él dio el dramático paso de matar a Sherlock Holmes en “El problema Final.” En
esta historia, publicada en 1893, el intrépido detective murió en Suiza junto con su
archienemigo Moriarty. En el curso de una lucha los dos cayeron en picado hacia una
muerte dolorosa en las cataratas de Reichenbach.
El mundo estaba conmocionado. En América se formaron clubes de “Mantengamos a
Holmes Vivo” y en Inglaterra hombres jóvenes llevaron crespones en los sombreros
como signo de luto. Pero Conan Doyle no cedió a la presión de la gente y se fue a
Sudáfrica para trabajar como médico en la Guerra Anglo-Bóer. Cuando volvió a
Inglaterra escribió un libro titulado “La guerra en Sudáfrica: Sus Causas y
Consecuencias.” Por estos y otros servicios en Sudáfrica fue nombrado caballero en
1902. No obstante, la presión en Doyle para que resucitase a Holmes no disminuyó.
En 1902 finalmente desistió y publicó “El sabueso de los Baskerville.” En la
introducción el autor citó la historia de antes de la “muerte” de Holmes. Pero Holmes
se negó a morir y, como todos sabemos, sobrevivió a su creador. Conan Doyle
continuó escribiendo Sherlock Holmes durante toda su vida. El último volumen, “El
archivo de Sherlock Holmes” se publicó en 1927. Conan Doyle murió en 1930 a la
edad de 71.
Conan Doyle en muchas maneras, un hombre notable. Dedicó mucha parte de su
tiempo haciendo campañas por varias causas, por ejemplo, a la liberación de víctimas
de errores judiciales. También se presentó a las elecciones en unas cuantas
ocasiones.
Hacia el final de su vida Conan Doyle desarrolló un gran interés en el espiritismo. Se
convenció de la existencia de las hadas y habló al mundo sobre esto en su libro “El
misterio de las hadas.” Desafortunadamente, el mundo no se dio cuenta. Pero la cosa
más notable de Conan Doyle fue sin duda Sherlock Holmes. Es extrañamente
espeluznante pensar que el más inglés de los hombres ingleses fue, en efecto, basado
en un escocés.
Espero que os haya gustado. No olvidéis escribirlo por los comentarios, y decir que os ha parecido.
Un saludo,
Rache Lyz.
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